Por Carlos Bonetti*
En diversas poblaciones de los márgenes del río Dulce se manifiesta una práctica particular los días 1 y 2 de noviembre, donde se conmemora de acuerdo al calendario católico el Día de los Santos y los Fieles difuntos respectivamente. En Maco, Manogasta ,Tuama, Sumamao, entre otras localidades, el 1 de Noviembre a la tarde-noche los pobladores se acercan a los cementerios para recordar y compartir con sus difuntos en lo que se denomina como la “alumbrada” o “alumbrar a los muertos”, a lo contrario de lo que sucede en los centros urbanos donde la concurrencia es en horario diurno.
Aquí los deudos de los difuntos comienzan a llegar al anochecer y se masifica la presencia ya entrada la noche, estableciendo diferencias significativas con las formas “urbanas/católicas” de relacionarse con la muerte y los muertos. En primer lugar la presencia en ese horario poco habitual los aleja de cierto occidentalismo e imprime una relación con lo nocturno que nada sabemos de su significado, porque dicha práctica no está asentada ni en los papeles eclesiásticos coloniales ni expresada en la voz de los participantes, que al igual que la “corrida de indios” y otros rasgos de las fiestas patronales, parecen ser producto de una reproducción mecánica con sentidos resignificados en el nivel discursivo, como una suerte de “automatismo tradicional” (Feijóo, 1951).
Sin embargo, debemos tener cierta precaución en la utilización de esta concepción mecanicista, ya que puede entenderse como una forma de extirpar el aspecto creativo y significativo de los sectores subalternos.
En su correspondencia con lo arqueológico despierta la atención la iconografía del búho de la denominada cultura Sunchituyoj (con preeminencia en estos viejos poblados indígenas) en decoraciones de vasijas funerarias que están presentes en la Mesopotamia santiagueña trazando un cierto vínculo entre la noche- representada en este pájaro nocturno- y la muerte, incluso en algunos casos se observan marcas incisas debajo de sus ojos que dan la impresión de lágrimas.
Grosso (2008) refiere a que en la mayor parte de las localidades del área mesopotámica hay “cementerios de indios”, cada poblado posee su propio “cementerio” al decir de los habitantes que encuentran en esta generalización la forma de explicar la presencia pasada del “indio” y que refuerza la idea de que “están muertos”. Los fragmentos de cerámica y hueso constituyen los indicadores de esta afirmación generalizada en el medio rural. En el caso de Manogasta en cercanías al cementerio actual está el otro “cementerio de indios” por la presencia significativa de “tejuelas” y otro elementos arqueológicos, allí la vecindad de la muerte traza una relación entre pasado y presente, lo mismo sucede en Tuama, donde fragmentos indios afloran en la superficie y en cercanías del campo santo.
Continuando con las características de la “alumbrada” observemos que el cementerio se convierte en un espacio de socialización ya que el 1 de Noviembre al atardecer los migrantes (de la ciudad capital o de otros centros urbanos como Buenos Aires) vuelven para acompañar a sus parientes y difuntos.
En este sentido de acompañar cobra otra lógica a la presente en la concepción urbana, en el caso de Manogasta como vuelta a la Barranca y en menor medida Tuama, los límites del cementerio se ven poblados por puestos de comida y bebida, artículos varios y vendedores ambulantes que le imprimen una imagen que rompe lo sombrío asignándole una impronta de fiesta o celebración: Los familiares están en el nicho del difunto o en el de un vecino o amigo donde se encuentran para entablar conversaciones de todo tipo, allí sentados en reposeras o sillas, comen y beben y de esa manera se acompaña al muerto, por su parte los niños juegan cuasi festivo que allí se presenta, donde las luces de las velas en cada panteón constituyen un espectáculo que alumbra al cementerio. En el caso de Manogasta las misas se realizan con intermitencias de acuerdo a la disponibilidad del sacerdote que viaja de la ciudad capital, aunque no constituye el núcleo del ritual.
* Dr. en Ciencias Sociales. Investigador de la Unse. Fragmento de su libro “Memorias y alteridades indias. Discursos y marcas indígenas en zonas rurales de Santiago del Estero”.
Fotos interior: Carlos Bonetti.
Foto portada: Eduardo Rapetti Salik / Cementerio de Vuelta de La Barranca, Santiago del Estero.