Por Gustavo Caro
Especial para NOTICIAS DEL ESTERO
Almamula, entró en su segunda semana en los cines de Santiago del Estero y de otras provincias. Rodada casi completamente en locaciones de Maco y conformada en su mayor parte por un elenco de origen santiagueño, el primer largometraje de Juan Sebastián Torales está cumpliendo con creces las expectativas generadas en la provincia.
“La película tiene un setenta por ciento de autorreferencial”, afirma el director en diálogo con NOTICIAS DEL ESTERO. “Su historia parte de una herida de mi preadolescencia, edad en la que las hormonas estallan y te quieres rebelar de tus padres, y a veces te metes en situaciones peligrosas sin saberlo”, agrega.
El protagonista de la historia es Nino (Nicolás Díaz), un adolescente que vive su despertar sexual y que será víctima de la violencia homófoba en la ciudad. Este hecho lleva a que su familia deba mudarse al campo, donde su papá Ernesto (Cali Coronel) administra un obraje de hacheros. Nino descubrirá en el monte la posibilidad de escapar de la discriminación y los mandatos sociales, pero deberá conocer los peligros que desde el monte acechan: el almamula acaba de llevarse un niño y eso tiene a toda la comunidad preocupada. La atmósfera que envuelve a la película tiene mucho que ver con el misterio legendario del monte santiagueño.
- El monte está muy presente en tu obra, ¿qué significa el monte santiagueño para vos?
- El monte santiagueño significa muchas cosas para mí. Si le preguntas al Juan de catorce años te va a decir que “es el lugar donde me gusta evadirme y olvidarme de todo lo malo que me pasa en la ciudad. Dónde me encantaría encontrarme con un ser de otro mundo que me lleve a mostrarme otra realidad”. El Juan de ahora te diría que el monte es como un inframundo, un lugar donde todo es posible. Para mí el monte es ese lugar de escapatoria. Además, el monte es la cuna de todo el arte santiagueño; de ahí sale el folclore y nacen los mitos. Por todo esto, para mí era más que necesario tenerlo presente en Almamula.

Entre la presión familiar y la social, Nino encontrará en el llamado del monte un desafío contradictorio; por un lado, está el miedo que le provoca; por otro, el deseo de entregarse a él. En esa ambigüedad se encontrará con el Malevo, un personaje agreste y misterioso que llamará la atención del protagonista. Siguiendo en modo autorreferencial, Torales cuenta: “Ese personaje existió en mi vida. Todos tenemos como un guía, un mentor. En esas siestas que venía con mi papá al campo y me metía al monte tuve un mentor que me contó de las leyendas y de los secretos del monte. Era un amigo con el que íbamos a bañarnos al canal y a pescar bagres. En la película es alguien que le muestra a Nino cosas que el resto de la gente no le muestra. De alguna manera eso representa lo que es Malevo; una bocanada de aire”.
- ¿Cómo fue el proceso de escritura del guion?
- Cuando empecé a escribir la película empecé psicoanálisis. En el momento en que desbloqueé ciertos aspectos y ciertas llavecitas de mi pasado, mi cabeza empezó a bombardear imágenes de cosas que viví y de otras de las que fui testigo. Sonidos y sensaciones. A partir de ese momento supe que no tenía que hacer un melodrama de mi infancia. Supe que tenía que hacer una película de sensaciones. No sólo por ir en contra de la estructura, sino porque realmente me interesaba la sensación más que la emoción. Almamula es una pintura inconsciente de esos momentos de mi vida. Lo que se ve en la película son fotogramas fantamasgóricos de mi pubertad.
El cuadro sensorial que Torales construye con su puesta en escena se percibe con claridad en la ambientación del monte santiagueño; un hábitat de criaturas extrañas que tienen presencia en los sonidos de la naturaleza que alimentan la imaginación de los humanos. “Trabajar el sonido es para mí una de las actividades más placenteras que hay. Estuve más que consentido con todos los sonidos que me dio el monte, que es como una caverna de Alí Babá sonora. La batería de sonidos que tenía era impresionante. A cada insecto, a cada pájaro, a cada animal le di un rol en la película. El leimotiv de la película es el canto de los coyuyos. Eso está presente desde el guion”. Cuenta que la idea se surgió durante la pandemia, cuando en su departamento de París sólo escuchaba “los ruidos de la naturaleza y los de mi panza. Ahí me dije que esa debía ser la banda sonora de la película: los sonidos guturales que vienen del estómago de Nino, por donde pasa toda la vergüenza y la culpa, y los sonidos de la naturaleza. Para representar los sonidos del interior del cuerpo usamos instrumentos graves como el contrabajo y el clarinete bajo, los distorsionamos y los mezclamos con sonidos de la naturaleza”. Además, también volcó en la composición todo su conocimiento acerca de los coyuyos: “Hay tres especies diferentes, blancas, verdes y azules; dependiendo de si son machos o hembras generan un sonido diferente y hacen como una suerte de orquesta.” Un verdadero experto.

Defensor de un cine federal, Juan Torales afirma que “el cine argentino necesita renovarse”. Entiende que hay que apostar por la diversidad ya que “Argentina es un país extenso, con muchos colores y muchas historias. La necesidad de un cine más federal se hace sentir a cada paso. En la variedad está la riqueza. No todo lo que pasa, pasa en Buenos Aires”. Se ilusiona con que “La labor de Almamula, más allá de todo, es ser como una semilla que sea parte del vivero de este cine federal”.
Este afán por superar a la estética de un cine argentino de anclaje portuario se revela en el tratamiento visual de Almamula, que trabaja con lo sombrío del monte, pero apelando a escenas de luz día, como si la propia siesta fuese un misterio. “Habiendo conocido la vergüenza y la culpa, uno se crea una realidad paralela y se siente como en un limbo, en una especie de oscuridad y tratando de descubrir la luz. Así que siempre hablo del Almamula como un viaje desde la oscuridad hacia la luz. En cierta forma es lo que traté de plasmar en la película.”

El viaje en que nos transporta Almamula no es hacia ningún lugar físico, donde nos esperan bellos paisajes de postal. Es a un lugar bien conocido: es hacia el interior de nuestra cultura, sus miedos y sus mitos. Al interior de nosotros mismos. “Se tata de conectar con lo que somos, de dónde venimos, cómo hablamos, cómo sentimos, cómo vemos el mundo” afirma Torales.
- ¿Qué falta para desarrollar al cine de las provincias, en particular la producción en Santiago del Estero?
- Puedo hablar de mi experiencia de llevar viviendo dieciocho años en Francia. Un país donde le dan mucho valor a lo que producen. Me parece que eso nos falta a nosotros. Estar orgullosos de lo que somos, de nuestro acento, y no tener miedo de mostrarlo al mundo. Creo que valorar lo nuestro y sentirnos orgullosos de ello es esencial para que la producción local sea local y que no trate de imitar a lo que se hace en plataformas como Netflix o poner la mirada en los Estados Unidos. Se trata de hacer proyectos sinceros, sin artificios y fieles a la tierra de donde somos originarios.

